- Aspectos generales.
1. La poesía épica griega.
3. El teatro griego: la tragedia y la comedia.
-Aspectos generales.
1. Los géneros narrativos: la poesía épica latina y los precedentes de la novela.
2. La lírica latina.
3. El teatro latino.
RESUMEN Y FRAGMENTO DE LISÍSTRATA, DE ARISTÓFANES
Resumen
Lisístrata, es una mujer ateniense, que harta ya de no ver a su
marido, pues este esta siempre en guerras, decide reunir a un grupo
de mujeres, de diferentes partes de Grecia. Lisístrata les plantea,
que tras mucho cavilar, ha llegado a la solución, de como acabar con
la guerra del Peloponeso, y así poder ver a sus maridos; esto es
nada más y nada menos, que la abstención sexual. En un primer
momento las mujeres se escandalizan, pero tras el paso del tiempo las
mujeres aceptan, y pactan un juramento por el que se comprometían a
excitar a sus maridos pero no practicar el sexo. Cada mujer se
encarga de propagar el juramento por toda su ciudad, así ningún
hombre podría satisfacer sus deseos sexuales.
Las mujeres toman la Acrópolis ateniense, donde se encuentra el
dinero de la ciudad, así no podría ser usado con fines militares.
El coro de ancianos intenta echar a las mujeres de la Acrópolis,
manteniendo una lucha verbal, entre los dos coros. Llega un comisario
con arqueros, para intentar echar a las mujeres, pero ni aún así lo
consiguen. La lucha verbal, pasa a corporal. Algunas mujeres,
intentar dejarlo, pues no soportan más, pero Lisístrata las
convence para que vuelvan a su puesto, en la Acrópolis.
Los hombres de toda Grecia, andan quejándose pues tienen “inflamada
la ingle”.
Finalmente, desde Esparta, vienen unos embajadores para firmar la paz
con Atenas, pues el deseo sexual es tan grande, que puede hasta con
la guerra. Así cada hombre se va con su mujer, ellas felices por el
fin de la guerra, y ellos felices por el apetito sexual.
Fragmento
Lisístrata:
¡Estas mujeres! Las invitas a una bacanal y no se puede ni entrar;
vienen todas volando y ¡ala! a tocar el timbal. Pero para esto, en
cambio, no se presenta ni una. Calla, que aquí viene la vecina.
¡Buenos días, Kalonike!
Kalonike:
Buenos días, Lisístrata. ¿Que pasa, que estas preocupada? ¡Hija,
no pongas esta cara! ¡No te favorece nada!
Lisístrata:
¡Es que se me enciende la sangre!¡Damos pena, las mujeres! ¡Para
empezar, los hombres nos tienen por unas sinvergüenzas!
Kalonike:
¡Porque lo somos!
Lisístrata:
Las convoco por una cuestión de vida o muerte que tenemos que tratar
y mira, ellas durmiendo, no aparecen.
Kalonike:
Ya vendrán, mujer. ¿No ves que no podemos salir de casa así como
así? Tenemos que estar por el marido, por la escalava, cuidar de los
niños, hacer la sopa, la colada…
Lisístrata:
Sí, ¡pero hay cosas más urgentes y penetrantes!
Kalonike:
¿Cosas penetrantes, dices? ¿Y como son de gordas?
Lisístrata:
¡Uy, muy gordas!
Kalonike:
¡Coño! ¡Y que esperan para venir!
Lisístrata:
No, no es lo que imaginas. Ya estarían todas aquí, si fuera eso.
No, no. Hace días que me ronda por la cabeza una cosa que me hurga
cada noche y me quita el sueño.
Kalonike:
¡Ah, debe ser una cosa fina! ¿Y quieres decir que es por la cabeza
por dónde te ronda? ¡Si tanto te hurga!
Lisístrata:
¿Otra vez con eso? Sí, señora, una cosa muy fina. Los hombres son
unos bestias. Tendríamos que agarralos y…
Kalonike:
¿Por donde?
[…]
Lisístrata:
Es la salvación de Grecia la que proyecto. De las mujeres, sí, de
las mujeres depende…
Kalonike:
¡Pues sí que estamos bien!
Lisístrata.- Voy a decíroslo, pues no tiene ya que seguir oculto el
asunto. Mujeres, si vamos a obligar a los hombres a hacer la paz,
tenemos que abstenernos...
Cleonice.- ¿De qué? Di.
Lisístrata.- ¿Lo vais a hacer?
Cleonice.- Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.
Lisístrata.- Pues bien, tenemos que abstenernos del cipote. ¿Por
qué os dais la vuelta? ¿Adónde vais? Oye, ¿por qué hacéis
muecas con la boca y negáis con la cabeza? ¿Por qué se os cambia
el color? ¿Por qué lloráis? ¿Lo vais a hacer o no? ¿Por qué
vaciláis?
Cleonice.- Yo no puedo hacerlo, que siga la guerra.
Mírrina.- Ni yo tampoco, por Zeus: que siga la guerra.
Lisístrata.- Y, ¿tú eres la que dice eso, rodaballo? ¡Si hace un
momento decías que te dejarías cortar por la mitad!
Cleonice.- Otra cosa, cualquier otra cosa que quieras. Incluso, si
hace falta, estoy dispuesta a andar por fuego. Eso antes que el
cipote, que no hay nada comparable, Lisístrata guapa.
VÍDEO SOBRE LA ENEIDA
FRAGMENTOS DE LA ENEIDA, DE VIRGILIO
A continuación tenéis varios fragmentos del Libro IV, especie de mini tragedia que cuenta los amores de Dido y Eneas.
Al terminar de escuchar el relato de Eneas, la reina Dido ya se siente fatalmente enamorada. Se avergüenza de ello, porque era una viuda fiel a su antiguo amor.
En tanto la Reina, presa hacía tiempo de grave cuidado, abriga en sus venas la herida del amor y se consume en oculto fuego. Continuamente revuelve en su ánimo el alto valor del héroe y lo ilustre de su linaje; clavadas lleva en el pecho su imagen, sus palabras, y no consigue, con tan honda inquietud, dar a sus miembros apacible sueño. (…)Ya la siguiente aurora iluminaba la tierra y había ahuyentado del polo las húmedas sombras, cuando la delirante Dido habló en estos términos a su hermana, que no tiene con ella más que un alma y una voluntad: "Ana, hermana mía, ¿qué desvelos son estos, que me suspenden y aterran? ¿Quién es este nuevo huésped que ha entrado en nuestra morada? ¡Qué gallarda presencia la suya! ¡Cuán valiente, cuán generoso y esforzado! Creo en verdad, y no es vana ilusión, que es del linaje de los dioses.
Eneas estaba contentísimo en Cartago, pero tenía una misión que cumplir, y Mercurio tiene que ir a recordársela. Siempre dispuesto a obedecer el deseo de Júpiter, que le había repetido por activa y por pasiva que debía llegar a Italia, donde sería fundador de un nuevo reino, Eneas decide abandonar a Dido. Se siente muy triste y apenado, pero prepara sus naves y se dispone a partir " a escondidas".
La misma impía Fama fue quien llevó a la enamorada Dido la nueva de que se estaba armando la escuadra y disponiéndose la partida. Ciega, febril, como bacante enloquecid, recorre la ciudad…Encuentra, en fin, a Eneas y le interpela en estos términos: "¿Esperabas, pérfido, poder ocultarme tan negra maldad y salir furtivamente de mis tierras? Y ¿no te contiene mi amor, ni esta diestra, que te di en otro tiempo, ni la muerte cruel que espera a Dido?
Vete, no te detengo, ni quiero refutar tus palabras; ve, ve a buscar la Italia en alas de los vientos; ve a buscar un reino cruzando las olas. Yo espero, si algo pueden los piadosos númenes, confío que entre escollos te atormenten, donde llames a Dido en tu agonía. Ausente yo, te seguiré con negros fuegos, y cuando la fría muerte haya desprendido el alma de mis miembros, sombra terrible, me verás siempre a tu lado. Expiarás tu crimen, traidor; yo lo oiré y la fama de tu suplicio llegará hasta mí en el profundo reino de la sombra."
Dicho esto, se interrumpe sin aguardar respuesta, y llena de dolor, se oculta a la luz del día y huye de los ojos de Eneas.
Y mientras Eneas duerme plácidamente en la alta popa del barco que lo llevará a las costas del Lacio, soñando con Mercurio, la desvelada y enloquecida Dido se suicida.
Entre tanto Dido, trémula y arrebatada por su horrible proyecto, revolviendo los sangrientos ojos y jaspeadas las temblorosas mejillas, cubierta ya de mortal palidez, se precipita al interior de su palacio, sube furiosa a lo alto de la pira y desenvaina la espada de Eneas, prenda no destinada ¡ay! a aquel fatal intento. Allí, contemplando las vestiduras troyanas y el conocido tálamo, después de dar algunos momentos al llanto y sus recuerdos, reclinóse en el lecho y prorrumpió en estos postreros acentos: "¡Oh dulces prendas, mientras lo consentían los hados y un dios, recibid esta alma y libertadme de estos crudos afanes!
Dido y Eneas volverán a verse. Como todo héroe que se precie, Eneas irá al reino de los muertos. Es allí donde su padre vuelve a repetirle su misión divina ( que él acepta con estoicismo: por algo es "el piadoso" Eneas) y le anticipa su glorioso futuro en Italia. Y es allí donde Eneas ve pasar a la hermosa Dido y llora pidiéndole perdón, repitiendo que la ama, pero ella no lo ve, no le responde...
VÍDEO SOBRE LA POESÍA LÍRICA
Aquí podéis leer una edición en castellano de Metamorfosis de Ovidio.